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Rupturas en tiempos de pandemia: reflexiones sobre la catástrofe desde la "nueva normalidad"

Gerard Serralabós

¿Cuál ha sido el impacto social, político y cultural de la crisis del COVID-19? ¿Qué puede aportar la filosofía a la intelección de la pandemia? Nantu Arroyo, investigadora en el departamento de filosofía de la Universidad Autónoma de Madrid, y Gonzalo Velasco, profesor en el departamento de Humanidades de la Universidad Carlos III de Madrid y analista político en la Cadena SER, ya participaron en el Glosario de la Pandemia, la iniciativa del CBA para pensar la situación sanitaria con sosiego a partir de conceptos como interdependencia, azar, guerra y contagio, así como en el volumen colectivo Covidosofía: Reflexiones filosóficas para el mundo pospandemia, coordinado por Dulcinea Tomás Cámara.

Hoy queremos seguir este hilo, participando así del incipiente género filosofía de la pandemia, que es como se ha llamado a la cantidad de textos que filósofas y filósofos publicaron a un ritmo frenético: a finales de marzo, el filósofo esloveno i‑ek ya había publicado su ensayo Pandemic! y el volumen Sopa de Wuhan recogía las aportaciones que pensadoras y pensadores de la talla de Paul B. Preciado, Judith Butler o Giorgio Agamben habían publicado en reconocidos medios de comunicación. Algunos de estos apresurados textos han recibido duras críticas por su desatino al sobredimensionar las sombras de la cueva o simplemente por la previsibilidad de sus diagnósticos. Por tratar de hacernos ver la luz, de liberarnos de la caverna para encontrar un deseo de ver cumplir la propia teoría en la realidad. Otras voces, al preguntarse sobre la labor de la filosofía en tiempos de pandemia –una catástrofe tan radical, tan reciente– apelan a la prudencia, a la espera: como la lechuza de Minerva, dicen, la filosofía levanta el vuelo al anochecer.

A medio camino entre el saber absoluto que espera y la crítica radical que se apresura, consideramos que esta charla pone de relieve una actitud filosófica que duda, que es escéptica, pero que a la vez es consciente de la emergencia sanitaria y de la excepcionalidad. Una actitud que mantiene la distancia social, como estamos haciendo hoy aquí, pero que se muestra crítica frente a los discursos del poder que exigen esfuerzo y sacrificio mientras caricaturizan al personal sanitario como héroes. Una actitud que examina críticamente conceptos como guerra –porque, como escribe Nantu Arroyo, «ceci n’est pas une guerre»–, catástrofe –tan presente en el mundo de la ficción– y nueva normalidad, a la vez que entiende este momento excepcional, la suspensión de la vieja normalidad, como «una oportunidad para construir nuevas necesidades, reordenar las jerarquías y cimentar nuevas condiciones para el vínculo social», en palabras de Gonzalo Velasco.

Se trata, en definitiva, de una actitud filosófica que reflexiona sobre qué estamos siendo, una pregunta que resuena de manera insoportable en tiempos de pandemia, ahora que somos víctimas, actores y espectadores al mismo tiempo. Ahora que, como escribió Diego Garrocho, la actualidad mediática y atencional del mundo está casi unívocamente dirigida a un mismo acontecimiento: un acontecimiento pan-démico. Una convergencia universal de la experiencia que tal vez lo que nos recuerde cada día es que no somos iguales: la brecha socioeconómica, de género, la racial, la brecha de edad, etc. se han visibilizado aún más en estos tiempos.

Hoy miraremos con retrospectiva el estallido de la pandemia mientras estamos plenamente inmersos en lo que parece ser una segunda ola, hecho que suscita aún más preguntas: ¿se mantiene actualmente el discurso bélico?, ¿de la militarización mental del «todos somos soldados en esta guerra»El Jefe del Estado Mayor de la Defensa, el general Miguel Ángel Villarroya, se pronunciaba así el día 20 de marzo, en la habitual rueda de prensa posterior a la reunión del Comité de Gestión Técnica del Coronavirus. hemos pasado a «los ciudadanos vais a poder elegir qué ser: virus o vacuna»? ¿Qué posibilidades existen de construir nuevas necesidades, reordenar las jerarquías y cimentar nuevas condiciones para el vínculo social? En definitiva, ¿qué puede aportar la filosofía a la intelección de la pandemia?